Alguien ha dejado su bicicleta sujeta a una farola. Supo entender que las bicis retienen el espíritu de los bikers que las montaron. No quiso dársela al hijo de un vecino a pesar de las presiones recibidas. Sabía que la maltrataría. Intentó ubicarla entre jaras y rocas. Escondida en lo alto de algún monte apuntando al cielo. Un forestal le amonestó por dejar residuos en el campo. Recibió la mofa consiguiente cuando quiso donarla al Ayuntamiento para ponerla en un parque. Tampoco iba a humillarla cediéndola a una de esas tiendas que adornan sus escaparates para ser más cool. En el garaje de su casa abrió el coche. Puso un CD y bajó las ventanillas. Subió el volumen de la música. Los acordes melancólicos de la guitarra y el quejido de la armónica le arroparon mientras pintaba la bicicleta. El sonido del blues fue acompañando cada pincelada. Ya de noche, salió de su casa a hurtadillas. Se le empaparon los ojos mientras la miró por última vez y le concedió la libertad congelándola de azul.
¡Inspirador!
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