El sábado pasado participé por tercera vez en la marcha 101 Peregrinos, en
compañía de mis amigos Los Perros de La Coruña.
La ruta comienza en Ponferrada y discurre a lo largo de 101
km por los preciosos parajes de la zona. La dureza de la prueba no estriba tanto en
la distancia como en el desnivel acumulado, que ronda los 3.000 m. Este año,
para no defraudar, añadieron algún repechón sorpresa que suscitó entre el
pelotón acaloradas discusiones relacionadas con la genealogía de los
organizadores.
En la salida se dieron cita casi 1500 participantes de MTB,
más otros cientos de la modalidad duathlon. Aunque la mañana empezó fresca, a
mediodía el termómetro ya marcaba los 30 grados, de manera que la ruta resultó
bastante calurosa, al menos para mí. Con todo, muy preferible al inolvidable
aguacero que sufrimos en la primera edición, allá por 2011.
Mi objetivo era terminar la marcha disfrutando del recorrido,
con la esperanza de rondar las 7h, mejorando sustancialmente el registro del año
anterior. Como veréis a continuación, se trataba de un objetivo demasiado
optimista.
Al final, en la subida al mirador de las Médulas (km 70 aprox.)
comencé a sufrir las primeras insinuaciones del “Señor del Voltio”. Para evitar
el fatal desenlace, tuve que aflojar mucho el ritmo y apearme en muchas de las
subidas empinadas. Esto provoca frustración, y sobre todo, un aburrimiento
mortífero.
Los últimos 3-4 km son bastante llanos, mi especialidad (como
la de todos, jejeje). A base de contención, había conseguido llegar sin
calambres, y me dije “malo será...”. Así que metí todo el trapo y me lancé al
sprint final. Apenas a 1km del final, la pierna derecha colapsó: todos los
músculos de la pierna se contrajeron en dolorosa armonía, y sin complejos
proferí un berrido que aún debe de estar resonando entre las montañas leonesas.
Tuve que continuar “a un cilindro”, y sólo en la última curva que precede a meta
pude enganchar de nuevo la pierna y recomponer la figura para presentar una
estampa digna en la foto-finish.
Terminé en 7h58 (puesto 283), una hora más de lo deseado, y
no disfruté de toda la ruta. Así que un tanto decepcionado. Aunque la culpa es
mía, porque el resultado era muy previsible si analizamos las causas:
entrenamiento justito (faltaron horas de mtb en favor de la flaca, y de trabajo
específico de intensidad), y un doble plato (28-42) poco adecuado al perfil, que
me hizo ir más atrancado de la cuenta, y propició la aparición de los dichosos
calambres.
Como siempre, lo mejor de esta prueba es el ambiente de
camaradería entre corredores, el calor de los amigos que nos acompañan todos los
años para animarnos, la generosidad de los lugareños, la belleza de los paisajes
y la vertiginosidad de algunas bajadas. Lo peor, los repechones de más, el calor
y los calambres. Con esta participación cierro un ciclo y para próximas
temporadas buscaré nuevos retos.
Jorge
“PerroMarino”
Ufff. Enhorabuena Jorge! Hemos salido juntos hace una semana y sé cómo andas, aunque te quejes... Esta ruta es un infierno. Ya la has hecho. Entiendo que quieras asumir otros retos. A mí me pasa igual este año y no he dejado de pedalear. Buen rutón y excelente crónica. Qué pasada de prueba!!
ResponderEliminarBuena crónica. Y si te faltan horas de MTB ya sabes.
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