Me metí en la cafetería de la estación de San Lorenzo de El Escorial. Pedí un Cola-Cao calentito en vaso grande y un croissant. Aquello y la temperatura ambiente empezó a calentarme. Rodeado de viajeros que esperaban su tren, de un árbol de Navidad y de guirnaldas navideñas. Miré el horario de trenes: Sol-Aranjuez. 17:11H. Iba al Sur. No más frío. Pagué mi billete y me subí.
Esta mañana, no había prisa, no madrugué. No había convocatoria. Miré la información meteorológica. Hacía sol. 2º. Viento de 9 Km/h. Decidí llevarme un cortavientos sobre la chaqueta. Y, error, fue poco. Pero mucho peor, con los guantes cortos y sotoguantes de lana. Total, eran las 11:30H y el sol iría calentando, supuse. Hoy, sin prisa para volver, una ruta larga. A subir a Abantos.
Cuando subía a Colmenarejo me encontré con Ángel. Había improvisado la salida y volvía a casa a la hora de comer. Nos despedimos en la ermita antes de bajar al embalse de Galapagar. El viento se notaba. No era muy fuerte, pero era un viento norteño. Helador. A pesar de pedalear protegido en el embalse de los arroyos, se notaba todavía. Cuando llegué a la primera puerta de las dehesas hacia El Escorial, el viento venía franco. Molesto. Y frío. Llegué a San Lorenzo y comencé la penosa subida hacia el Monasterio. Ya no notaba el frío. No quise entretenerme con las zetas y seguí por la pista. Tras los últimos rampones coroné Malagón. Reconozco que el viento era francamente molesto y helador. Abandoné la idea de Abantos. Decidí regresar.
La bajada a esas horas era ya en sombra. Con la velocidad que se coge me estaba helando. Sobre todo en los dedos de las manos. No notaba el tacto del freno... Pensé en bajar la velocidad. Luego en acabar cuanto antes. Que si acortar por las zetas, pero no estaba para virguerías. Que por la pista, pero demasiado largo y rápido. Me decidí y tiré por la vereda que sale a la derecha antes de la fuente. Buscando algunas zonas de sol. No sentía los dedos. Me paraba de vez en cuando. Agitaba las manos. Llegué al carril que baja hacia la Horizontal. Empecé a mover los brazos en círculo. El frío me encogía sobre la bici. Era ya generalizado. Uff, más bajada hasta San Lorenzo. Crucé sobre las losas del Monasterio. Había sol, pero se notaba el puñetero viento helador. Todo el mundo iba con gorros, capuchas, guantes. Protegidos hasta las cejas. Me paré en un banco de piedra. Al sol. Movía los dedos sobre el banco buscando calor, como tocando un piano. Algo mejor, seguí bajando. ¡Qué largo se hacía! En sombra. El frío me seguía sacudiendo sobre la bici. Llevaba un rato al borde de la hipotermia.
Antes de bajar el túnel vi el cartel de la estación de tren. No me lo pensé. Mi reino por un Cola-Cao calentito. Por un tren para casa. No más frío por hoy.
¡Que frío me da ver esos guantes! La bajada tuvo que ser buena.
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