A las
7:00 AM nos reunimos en la T1 de Barajas con cara de sueño y muchos nervios, propios de la aventura que nos espera.
El
viaje se hace corto, una pequeña cabezada y mucha conversación hace muy amenas
las escasas 2 horas de vuelo. Casi parece más un autobús que un avión, todo el
mundo de pie y charlando amigablemente.
Se nota
quién es novato, otea a su alrededor buscando gente con sus mismos sentimientos de
inseguridad, mientras que los expertos
charlan entre ellos muy tranquilos recordando anécdotas del año pasado.
Aterrizamos
en Ouarzazate, un aeropuerto diminuto al sur de Marruecos y próximo a la cordillera del Atlas, nuestro
destino.
Tras más
de una hora de autobús atravesando pueblos Marroquíes y un intento de compra de
agua y enseres fallido por problemas lingüísticos, llegamos al Xaluca de
Boulmane Dades, donde la organización ha instalado nuestro primer campamento.
La
llegada es un poco caótica, mucho calor y niños por todas partes. Todo el mundo
deseando entrar a una haima de la que pronto estaremos deseando huir…
Lo
primero es avanzar por una zona pedregosa donde están las asistencias técnicas,
bueno, estarán en algún momento ya que aún
no ha llegado nadie. De allí vamos hacia
la zona de haimas, chequeamos cual nos ha tocado; la 203 será nuestra suite de aquí a lograr el
tan ansiado finisher.
La haima
es sencilla, unas telas llenas de polvo sujetas con 2 troncos, crean una
estructura que se replica generando filas de haimas. Calculo que cada fila
tiene unas 10 haimas para tres personas cada una. El suelo tanto dentro como
fuera está cubierto con alfombras, e incluso la puerta de la haima es una
alfombra que cae desde el techo hacia el suelo.
Las
camas la forman unos colchones directamente sobre el suelo, con sabanas una
almohada y una manta. Mucho polvo en todo, si eres muy fino, este no es tu
sitio…Además si en el exterior debe haber 30º, dentro de la haima la
temperatura se dispara. Cinco minutos buscando algo en la maleta hace que
rompas a sudar como si te pusieses a correr, nos espera una semana dura.
Comemos
en el restaurante del hotel un buffet libre basado en pasta, arroz, algo de
carne y poca fruta (este menú nos acompañara durante los 7 días de carrera que
nos esperan ) y después tomamos una coca-cola en la haima bar, aquí no sirven
tus billetes, la moneda oficial de la Titan son los Titanitos ( una forma muy
inteligente de que te claven 3€ por botella de agua sin que te des mucha cuenta
).
Por la
tarde, tras la llegada de los mecánicos que teníamos contratados ( Masquebici
), nos posicionamos estratégicamente junto a su carpa. Tras alguna que otra negociación,
objetivo cumplido, las maquinas ya estaban listas para poder rodar al día
siguiente y chequear que todo estaba al 100%. Es increíble ver cómo se va
llenando la zona de los mecánicos de cajas con las bicis embaladas y como
ellos, a toda pastilla van montando y ajustando una bici tras otras. Unos profesionales!!
Cena y
a la cama, hay que descansar al máximo mientras podamos, mañana tenemos un día
de aclimatación en el que nos gustaría salir a rodar para conocer los
alrededores y ver las sensaciones sobre nuestras bicis que hace ya 2 semanas
que no las tocamos.
Continuará...
Interesante crónica Val. Estoy deseando la continuación.
ResponderEliminarNo hay nada más emocionante como la víspera y especialmente el día antes de la TITAN DESERT. Sobre las Haimas, no me veo intentando dormir ahí.....
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