Alfredo es un apátrida en un sentido filosófico, como su barba. Que no es que la deje crecer, ni apatía, ni consecuencia postvacacional. Es convicción y congruencia. Pura filosofía. Su casa es el horizonte, como su destino, lo que explica su formación como marino mercante y sus aficiones. Con las dos ruedas ha encontrado a mano lo que le gustaría hacer en la mar, que ya hará cuando llegue a la edad en la que el trabajo no sea más que un mérito para disfrutar en plenitud de un tiempo que le ha sido sustraído.
Alfredo nos dio la sorpresa de darse un salto a Madrid para encontrarse con personas que han hecho realidad sus sueños de recorrer en moto la ruta 66. Para ser perfecto, verse con amigos y recorrer en bici rutas de antaño. Todo encajó. Nos faltó más acompañamiento, o no. Así fueron las cosas y así las disfrutamos. Hicimos una ruta que tiene de todo y sirvió para comprobar que, aunque pasa el tiempo, Alfredo sigue como siempre, a ritmo inclemente y yo echando las muelas, también como siempre.
Desde Galapagar tiramos por la puerta verde, atravesamos las puertas y dehesas hacia El Escorial. Recorrimos la vereda de Peralejo, la trialera y carril hasta la ermita de Valmayor. El embalse, la subida a la ermita de Galapagar, la bajada por la vereda de las minas hasta Las Cuestas y la subida hasta los Altos de Galapagar hasta llegar al punto de salida.
Como en los viejos tiempos, saboreamos unas verdes brindando por la amistad, el placer de montar en bici y la filosofía.
el enlace a todas las fotos aquí: https://goo.gl/photos/5WqddN4jWj5sYBKm8
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