diciembre 09, 2015

Una cana al aire


Pues sí. Cabe aplicar lo de la cana al aire por escaparse uno este puente a Lanzarote, pero también porque lo del aire por allí no sólo es real. Es que se queda corto, puro eufemismo. Qué digo aire, ¡Benditos alisios! Aparte de la explicación física y meteorológica comprendo la utilidad del asunto para cruzar el Atlántico, descubrir América y lo que se tercie hacia el Oeste, pero ¿Qué necesidad hay del viento sobre la tierra? Tumba plantas, dificulta los cultivos y para colmo parece que causa trastornos mentales a sus paisanos. Si hay un enemigo para el pobre ciclista es el viento. Y este fenómeno meteorológico parece ser persistente en esta isla. Los días que por allí estuve el viento soplaba con persistencia a 35 Km/h, constante, contumaz. Benditos alisios.

El caso es que aprovechando mi estancia por estos lares, que uno de mis hermanos reside allí y que es amante de la bici de montaña, decidí salir con él aprovechando que dispone de dos bicis. Asignada la mía: una Scott Spark doble de 26”, salimos desde Costa Teguise, en la parte Este de la isla, por encima de Arrecife, con la idea de hacer una ruta circular hasta alcanzar la costa Oeste y regreso.

Tras los iniciales pasos para alejarnos de la parte urbanizada, comenzamos a pedalear por carriles abiertos entre rocas de lava, paisaje sorprendente y lunático donde se cultiva levantando “zocos”, muros de piedra que protegen del viento. Fuimos sorteando poblaciones y volcanes extinguidos rumbo Oeste. Impresionante. De momento la cosa pintaba bien, salvo el ritmo frenético de mi hermano (lo de no llevar camelback siempre me ha parecido altamente sospechoso) que montaba una Cannondale rígida de 29” (las sospechas se acrecentaron) y que tenía ganas de demostrar su excelente condición física y conocimiento del terreno. (Las sospechas se confirmaron irremediablemente)

Alcanzamos la costa Oeste tras dos horas de pedaleo a ritmo de carrera de Rally. Este tramo fue de unos 40 Km. En el otro extremo de la isla se observaba el mar batiendo en zonas rocosas, con ausencia de playas. Al fondo se divisaban la isla La Graciosa y Alegranza. Digna de mención una inmensa mole de color rojizo conocida como “Montaña Bermeja”. La bordeamos y continuamos costeando entre poblaciones como La Santa y la Caleta de Famara, donde afloraban frecuentes zonas de arena y piedras sueltas, pedaleando por senderos que exigían fuerza y técnica. ¡Ay amigo! Y el viento. Los puñeteros alisios. Tras una hora y tres cuartos con el viento de través, acompañados de nubes de arena, completamos otros 22 Km. Éstos fueron los más lentos por el terreno y la conjunción del viento, pero junto a los carriles rodeados de lava,  los más espectaculares.

En paralelo a la playa de Famara encaramos por un carril con firme irregular la subida hasta Teguise, donde alcanzamos la cumbre más alta de la ruta tras 10 Km de lucha contra la pendiente y el @#! viento. La última parte hasta Costa Teguise fue afortunadamente en bajada, en ocasiones con el terreno roto y con más alisios.

Tras cinco horas desde la salida llegamos a nuestro punto inicial tras recorrer 82,5 km de costa a costa por estas espectaculares tierras. Nunca la cerveza fresquita me supo más a gloria mientras veía cómo se movían las hojas de los árboles y el viento me refrescaba. Benditos alisios.














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