Pues sí. Cabe aplicar lo de la
cana al aire por escaparse uno este puente a Lanzarote, pero también porque lo
del aire por allí no sólo es real. Es que se queda corto, puro eufemismo. Qué
digo aire, ¡Benditos alisios! Aparte de la explicación física y meteorológica comprendo
la utilidad del asunto para cruzar el Atlántico, descubrir América y lo que se
tercie hacia el Oeste, pero ¿Qué necesidad hay del viento sobre la tierra? Tumba
plantas, dificulta los cultivos y para colmo parece que causa trastornos
mentales a sus paisanos. Si hay un enemigo para el pobre ciclista es el viento.
Y este fenómeno meteorológico parece ser persistente en esta isla. Los días que
por allí estuve el viento soplaba con persistencia a 35 Km/h, constante,
contumaz. Benditos alisios.
El caso es que aprovechando mi estancia
por estos lares, que uno de mis hermanos reside allí y que es amante de la bici
de montaña, decidí salir con él aprovechando que dispone de dos bicis. Asignada
la mía: una Scott Spark doble de 26”, salimos desde Costa Teguise, en la parte
Este de la isla, por encima de Arrecife, con la idea de hacer una ruta circular
hasta alcanzar la costa Oeste y regreso.
Tras los iniciales pasos para
alejarnos de la parte urbanizada, comenzamos a pedalear por carriles abiertos
entre rocas de lava, paisaje sorprendente y lunático donde se cultiva
levantando “zocos”, muros de piedra que protegen del viento. Fuimos sorteando
poblaciones y volcanes extinguidos rumbo Oeste. Impresionante. De momento la
cosa pintaba bien, salvo el ritmo frenético de mi hermano (lo de no llevar
camelback siempre me ha parecido altamente sospechoso) que montaba una Cannondale
rígida de 29” (las sospechas se acrecentaron) y que tenía ganas de demostrar su
excelente condición física y conocimiento del terreno. (Las sospechas se
confirmaron irremediablemente)
Alcanzamos la costa Oeste tras
dos horas de pedaleo a ritmo de carrera de Rally. Este tramo fue de unos 40 Km.
En el otro extremo de la isla se observaba el mar batiendo en zonas rocosas,
con ausencia de playas. Al fondo se divisaban la isla La Graciosa y Alegranza. Digna
de mención una inmensa mole de color rojizo conocida como “Montaña Bermeja”. La
bordeamos y continuamos costeando entre poblaciones como La Santa y la Caleta
de Famara, donde afloraban frecuentes zonas de arena y piedras sueltas, pedaleando
por senderos que exigían fuerza y técnica. ¡Ay amigo! Y el viento. Los puñeteros
alisios. Tras una hora y tres cuartos con el viento de través, acompañados de
nubes de arena, completamos otros 22 Km. Éstos fueron los más lentos por el
terreno y la conjunción del viento, pero junto a los carriles rodeados de lava,
los más espectaculares.
En paralelo a la playa de Famara
encaramos por un carril con firme irregular la subida hasta Teguise, donde
alcanzamos la cumbre más alta de la ruta tras 10 Km de lucha contra la
pendiente y el @#! viento. La última parte hasta Costa Teguise fue afortunadamente
en bajada, en ocasiones con el terreno roto y con más alisios.
Tras cinco horas desde la
salida llegamos a nuestro punto inicial tras recorrer 82,5 km de costa a
costa por estas espectaculares tierras. Nunca la cerveza fresquita me supo más
a gloria mientras veía cómo se movían las hojas de los árboles y el viento me refrescaba. Benditos
alisios.
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